La temporada vino mala, comerciantes y turistas se quejan. Algunos Comerciantes dicen: "Entran, se sientan cuatro y piden para dos". Turistas dicen: "Te arrancan la cabeza, parece que quieren que uno no venga más... la atención es pésima". Por poner algunas de las quejas más frecuentes. Sin entrar en los detalles de los robos, cuatriciclos manejados por locos asesinos y pequeños, la mugre de las playas, etc.... etc....Pero lo cierto es que tanto turistas como residentes no construyen el vínculo que existe en Chile, Brasil, Bolivia o Perú. En estos países, se toma verdadera conciencia, que el turismo es una industria muy fuerte y de las que genera activos importantísimos dentro de su economía. Por lo tanto han incorporado culturalmente, el precepto de que el turista es una visita destacada, que debe volver siempre y recomendar el lugar, a quien se cruce por su camino.
A excepción de Mendoza, Salta, San Luis, Bariloche y la patagonia -que trabajan con turistas extranjeros-; La Costa Atlántica bonaerense recibe el turismo que no sale de vacaciones, sino que sale a cambiar de ambiente y a gastar lo mismo que si estuviera en su casa. Y para darse ese lujo de cambiar de aire, vienen a La Costa. Algunos van para Mar del Plata, otros para Pinamar o Gesell y el resto al Partido de la Costa.
Las dos partes se estafan mutuamente, unos - turistas- amagan con la billetera vacía, el otro -comerciante- lo recibe con un 4 de copa y pone la cara como si tuviera el ancho de espada en la mano.
Esto no es de ahora y no estoy descubriendo la pólvora en La Costa, pero sigo viviendo lo mismo que hace 30 años. Por supuesto que soy un componente más, pero hay algo que me queda claro: que para ir de vacaciones a un lugar bueno o a otro país, uno junta dólares unos cuantos meses antes, en cambio, el que viene para este lado, trae la plata del mes.
Por eso cada vez que leo "Cien años de Soledad" de García Márquez me acuerdo de mi pueblo.
Para que La Costa cambie, debemos empezar por nosotros y los turistas empezar a ser turistas.
A excepción de Mendoza, Salta, San Luis, Bariloche y la patagonia -que trabajan con turistas extranjeros-; La Costa Atlántica bonaerense recibe el turismo que no sale de vacaciones, sino que sale a cambiar de ambiente y a gastar lo mismo que si estuviera en su casa. Y para darse ese lujo de cambiar de aire, vienen a La Costa. Algunos van para Mar del Plata, otros para Pinamar o Gesell y el resto al Partido de la Costa.
Las dos partes se estafan mutuamente, unos - turistas- amagan con la billetera vacía, el otro -comerciante- lo recibe con un 4 de copa y pone la cara como si tuviera el ancho de espada en la mano.
Esto no es de ahora y no estoy descubriendo la pólvora en La Costa, pero sigo viviendo lo mismo que hace 30 años. Por supuesto que soy un componente más, pero hay algo que me queda claro: que para ir de vacaciones a un lugar bueno o a otro país, uno junta dólares unos cuantos meses antes, en cambio, el que viene para este lado, trae la plata del mes.
Por eso cada vez que leo "Cien años de Soledad" de García Márquez me acuerdo de mi pueblo.
Para que La Costa cambie, debemos empezar por nosotros y los turistas empezar a ser turistas.
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