Desde la génesis del conflicto con Gran Bretaña, la República Argentina
cometió el error estratégico y comunicacional de definir a las islas Malvinas
como un archipiélago. Las islas conforman junto a nuestra plataforma
continental y los fondos oceánicos un sistema complejo en torno al que
confluyen una multiplicidad de factores e intereses.
A horas de
la exposición de la Presidenta de la Nación ante la Asamblea General de
Naciones Unidas, invitamos a la comunidad reflexionar sobre la cuestión
Malvinas – una causa nacional que trasciende los intereses personales, las
preferencias partidarias y las orientaciones ideológicas.
Durante décadas, la escuela nos
enseñó que las Malvinas son argentinas en virtud de varios principios. En historia
aprendimos que las islas fueron usurpadas por Gran Bretaña hace 180 años. En geografía,
que están ubicadas a escasos 480 kilómetros de nuestras costas, y que de
ninguna manera pueden pertenecer a una nación europea a miles de kilómetros de
nuestro continente.
Sin embargo, las lecciones de la historia
y la geografía escolar no alcanzaron para comprender la magnitud real del problema,
en parte porque nuestro sistema educativo nunca ofreció una visión totalizadora –
interdisciplinaria – en torno al fenómeno Malvinas.La historia no pudo
explicarnos que Malvinas es mucho más que una herida del pasado, y la geografía
no pudo superar la concepción fragmentaria que identifica a las islas como una
porción aislada de tierras emergidas.
Para apreciar lo que realmente
está en juego y defender nuestros intereses en un mundo globalizado, debemos
entender que las islas Malvinas constituyen un sistema complejo con múltiples
aristas. Además de ser una extensión de nuestra plataforma continental – la
tercera más grande del mundo después de Rusia y Australia, representa la última
frontera en la puja por los recursos naturales. Se sabe que el mar argentino es
un reservorio de recursos estratégicos; en el fondo del mar hay varias veces
más recursos naturales que en nuestra cordillera, además de gas y petróleo para
varias generaciones y una incalculable riqueza en genética y biodiversidad.
Por otro lado, en la actualidad,
la totalidad de las tierras emergidas a escala global se encuentran repartidas
entre estados o territorios nacionales – a excepción de la Antártida. Desde la
guerra, el Reino Unido viene utilizando el principio de auto-determinación de
los isleños como mascarón de proa de sus intereses permanentes en la región,
pues ven en Malvinas un punto de entrada al continente blanco; de ahí la
creciente militarización de la región por parte de Gran Bretaña y la puja en
torno a la ampliación de la denominada zona de exclusión.
Desde el Centro Argentino de
Estudios Internacionales (www.caei.com.ar)
creemos que Malvinas es mucho más que una herida del pasado; es una promesa
para la prosperidad futura de todos los argentinos y sudamericanos, el
desarrollo de nuestra matriz productiva y la justicia social.Invitamos a la
comunidad a sumarse a nuestra campaña de apoyo al diálogo bilateral por
Internet: www.pueblospormalvinas.org.
Nuestro objetivo es llegar a la Secretaría General de Naciones Unidas con un
millón de firmas para exigirle al Reino Unidos que retome las negociaciones con
Argentina en torno a la soberanía de las islas Malvinas.
Por Laureano Ralón: Co-director del Observatorio de Canadá y coordinador del programa Norteamérica
del Centro Argentino de Estudios Internacionales (www.caei.com.ar)
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