Hace pocos días,
se recordó el 24 de marzo, como la fecha del golpe de estado y el “Nunca Más”. En
el Partido de La Costa y en muchos lugares, se plantó memoria, para que no haya
olvido, para que no se vuela a repetir una atrocidad semejante a la que vivimos
en manos de genocidas que, por la lucha misma y la resistencia, no llegaron a
cumplir todos sus objetivos.
Esta fecha, siempre impacta sobre mi memoria. Cómo olvidar, que allá por el año
1978, bajábamos de una camioneta Jeep “Gladiator”, unidad del Cuartel de
Bomberos Voluntarios de Santa Teresita, a levantar personas fallecidas que
aparecían en nuestras playas. Al principio pensamos que se trataría de un
suicidio o de un accidente marítimo. Luego, el sonido de una sirena, que nos
indicaba que se trataba de un fallecimiento, comenzaron a sonar cada vez más
seguido. Nada se comentaba al respecto y lo que sucedía dentro del cuartel,
allí quedaba.
Estas personas
que aparecían -y digo personas, para no reducirlas a cuerpos-, tendidas a
orillas del mar, en que a 100 metros no había más nadie. Recordemos que estas
personas torturadas y muchas asesinadas antes de ser arrojadas desde un avión sobre
nuestras playas, comenzaron a aparecer en la época de diciembre, cuando las temporadas
cumplían con un ciclo más extenso. Si bien nuestras playas no estaban
completas, pero si había una gran cantidad de turistas y propietarios no
residentes. Allí comenzaron a parecer, sobre nuestras playas muchas personas,
en su mayoría mutiladas, desmembradas, con las manos atadas con alambre, así
las íbamos dejando de mal llamada “morgue” de Santa Teresita, que estaba al
lado de la Sala de Primeros Auxilios, sobre la calle 5 casi 39 -El viejo
Hospital, más tarde-. Un espacio preparado para recibir un fallecido y con
pronto despacho, ya que no contaba con una cámara de frío. En esos momentos los
vecinos hacían llegar sus quejas por el olor nauseabundo que emanaba desde allí
dentro. En ocasiones se acumularon más de diez fallecidos, aparecidos en la playa.
Hasta que venía un camión, se cargaban los cuerpos, se los espolvoreaba con cal
y se los llevaba al cementerio de Gral. Lavalle. Hacer un relato de lo que hay
en mi memoria, tal vez tenga un formato de libro, por su extensión. Pero hago
esta breve introducción del caso, apelando a la memoria y no sólo a aquellos
momentos o sucesos que hemos vividos muchos de los que en aquella época éramos
bomberos voluntarios, sino el pueblo entero, los años que pasaron, los intentos
inclaudicables por intentar que nada de esto quede en la memoria. Desde el
silencio cómplice, desde la historia oficial que siempre prevaleció en el
colectivo social y nunca se llegó a hablar de la verdadera historia. ¿Por qué
de mi diccionario personal cambié la palabra “cuerpo” por la de personas? Porque
siempre se habló de cuerpos aparecidos, de la resistencia con el cuerpo, el
cuerpo como una materia tangible, pero siempre reducida a eso, a un “cuerpo”.
Aquellas personas, eran mucho más que un cuerpo, resistieron y lucharon con más
herramientas que su propio cuerpo. Su cuerpo fue quien los acompañó y quien los
puso en cada momento de su historia. Pero allí, en esa persona no había un
cuerpo, había mucho más, había – y sigue habiendo- una ideología, sed de
libertad y destierro de la opresión que hace siglos nos vienen embistiendo,
provocada por aquellos que desde las épocas de las colonias se resistían a
dejar los privilegios de la corona española y que en la actualidad prosiguen en
que se mantengan. Aquellas personas que encontrábamos en las playas, eran
personas que no sólo habían resistido a mantener sus ideas, sino que se
sobreponían a la tortura sistematizada, a la violación y al despojo de sus
hijos. Cómo llamarlos “cuerpos” si ellos tienen nombre, era luchadores por la
libertad de todos y todas. Esas personas que aparecieron, siguen desaparecidas
en un colectivo que decidió mirar para otro lado. Un colectivo que está perdiendo
terreno y territorio, cada vez que la memoria les grita “nunca más” y le
enrostra los 30 mil desaparecidos. Sembrar memoria no es colocar una planta,
sino sentir en tus manos que esa tierra que estás moviendo para sembrar, es la
tierra que no debés olvidar, que ese puñado de tierra es la idea de libertad
que debés llevar siempre a lo largo de tu vida. Esas personas fallecidas,
arrojas bestialmente desde un avión, dieron su vida por la libertad de todos,
la tuya, la mía, la de los tuyos. La memoria es siempre, siempre es siempre, no
una fecha, un evento es siempre!
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